En Yucatán muchos de estos espacios se ubican dentro de las reservas y zonas protegidas de la costa, como El Palmar, en la región de Celestún, y la Reserva de la Biosfera Ría Lagartos.
Los manglares y petenes conforman una especie de archipiélago verde, que sobrevive en medio de las sabanas y zonas inundables, gracias al flujo natural de agua dulce que hace posible la reproducción de especies vegetales.
Los petenes son una maravilla de la naturaleza, sitios privilegiados que muy pocos tienen la oportunidad de disfrutar, ya que, por lo general, están a varios kilómetros ciénaga adentro, rodeados de zonas fangosas de baja profundidad que dificultan el desplazamiento de la embarcaciones.
La recompensa para los aventurados que incursionan por esos lares es una de las vistas más hermosas que la naturaleza haya plasmado: un ojo de agua dulce, cristalina y fresca brotando continuamente de una grieta entre la tierra, rodeado de troncos y especies de plantas endémicas. En ocasiones es posible observar a reptiles, aves y mamíferos que llegan hasta ahí para calmar la sed.