martes, 19 de enero de 2010

los ojos de agua dulce

 
Los humedales y petenes son ecosistemas fundamentales para el desarrollo de la vida silvestre en las zonas protegidas del mundo.


En Yucatán muchos de estos espacios se ubican dentro de las reservas y zonas protegidas de la costa, como El Palmar, en la región de Celestún, y la Reserva de la Biosfera Ría Lagartos.
Los manglares y petenes conforman una especie de archipiélago verde, que sobrevive en medio de las sabanas y zonas inundables, gracias al flujo natural de agua dulce que hace posible la reproducción de especies vegetales.
Los petenes son una maravilla de la naturaleza, sitios privilegiados que muy pocos tienen la oportunidad de disfrutar, ya que, por lo general, están a varios kilómetros ciénaga adentro, rodeados de zonas fangosas de baja profundidad que dificultan el desplazamiento de la embarcaciones.
La recompensa para los aventurados que incursionan por esos lares es una de las vistas más hermosas que la naturaleza haya plasmado: un ojo de agua dulce, cristalina y fresca brotando continuamente de una grieta entre la tierra, rodeado de troncos y especies de plantas endémicas. En ocasiones es posible observar a reptiles, aves y mamíferos que llegan hasta ahí para calmar la sed.
Sin embargo, por caprichos de la naturaleza estos espacios tienden a morir por sí mismos, algunas veces por la obstrucción de la fuente natural de agua como consecuencia de un exceso de sedimento y material orgánico, y otras cuando los huracanes transforman el entorno natural.
Cuando la obstrucción del flujo del agua y la creciente del mar abren bocas en el estero, la salinidad del lugar se eleva a niveles preocupantes que termina por destruir la vegetación de mangle y los petenes.
Cuando estas áreas mueren, cientos de especies animales padecen por la falta de agua dulce y refugio contra los depredadores naturales; en consecuencia, emigran a otras partes y alteran el equilibrio ecológico de la zona.
Un ejemplo es la Reserva de Río Lagartos. Conscientes de la importancia de mantener en buen estado el ecosistema, y para preservar el hábitat de los animales, las autoridades de la reserva desarrollan un programa de trabajo -mediante brigadas de colaboradores- con el propósito de desazolvar los flujos de agua dulce que regulan los niveles de salinidad en el lugar.

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